Cuando salí de mi rancho
cargué una "unca" en el anca.
y en mi zaino patas blancas
salí al rastro de las cabras,
en dirección a Las Bardas
cerca de el puesto La Blanca.
Más cuando el sol bostezaba
recostado al horizonte,
saltando como un resorte
iba rastreando apurado,
porque habían alojado
en un bajito con montes.
Cuando el poncho de la noche
el rastro me había tapado,
mi zaino estaba sudado
decidí pegar la vuelta,
bajo la luna despierta
le acomodaba el recado.
Dejé una jarilla atada
para campear otro día,
y silbando me volvía
por una huella borrada,
la noche estaba cerrada
como tapón de bebida.
El viento me iba peinando
jugando con mi pañuelo,
el ruido de mi piguelo
un retumbo en el desierto,
en el silencio del viento
bajo las sombras del cielo .
El zaino se me espantó
al divisar un reflejo,
una luz que desde lejos
de apoco se iba acercando ,
y me siguió acompañando
como si fuera un espejo.
Tenia un color rojizo
se me acerco mansamente,
yo solo moví el rebenque
el zaino echo una bufada
y en esa noche callada
lo enderece hacia el poniente.
Al galope me volví
pues no me hacia cosquillas,
entre los montes que brillan
me acompaño vigilante,
y se fue yendo distante
entre solupe y jarillas.
Cuando a mi rancho llegue
entre penumbras pensaba,
que esa luz que me alumbraba
a mis preguntas no aclara,
todos le dicen "luz mala"
pero a mi no me hizo nada
Alpataco Vazquez.
Foto de portada: Ana Maria Zorzi