Me levanté al aclarar
aunque los días son largos,
Se hacen cortos sin embargo
esos días de calor,
temprano encendí el fogón
para ensillar el amargo.
Bajo el canto de la pava
en los quehaceres yo pienso,
ese cielo tan inmenso
de libres mara y de cuises,
el canto de las perdices
y esas tardes de silencio.
Levanta una cerrazón
ese horizonte azulado,
el lucero ha galopado
por los cielos infinitos,
el canto de un chingolito
de aquel paisaje callado.
Cuando volví del corral
al balde de la cuajada,
lo colgué por la ramada
para amoldar los quesillos,
entre Milongas de grillos
y calandrias afinadas.
Después llené la bebida
al descarnar unos tientos,
se trenzaba con el viento
el rico aroma a Tomillos,
y le pedí al cigarrillo
quitarle horas al tiempo.
Después salí al trotecito
a galopar por el llano,
tragándome el aire sano
con saborcito a jarillas,
amo esa vida sencilla
de aquel Oeste Pampeano.
Alpataco.
Foto: Ana María Zorzi