Nadie me puede contar
lo que de chico he vivido,
de andar entregando chivos
en un corral de jarillas,
o de coser la presilla
para colgar los estribos.
Se amansar algún mañero
por mas que sea cojudo,
de tusar algún clinudo
o sobar algún cabresto,
y a veces me sobra resto
para capar un aspudo.
No me quieran preguntar
si se descarnar las botas,
hachar leña con picota
o trenzar algún soguero,
y ensillar un jagüelero
para sacar agua a pelota.
Pues nada me hace olvidar
eso de andar en boleadas,
y tampoco las pialadas,
lo que es enseñar un perro,
porque conozco el cencerro
que suena en mi caballada.
Tampoco me han asustado
las pobrezas de la vida,
porque cuando hubo sequías
siempre tuve la fortuna
de poder vender la pluma
o algún cuerito de chivas.
Nadie me puede contar
las bravuras de mi suelo,
yo voy a dejar el cuero
entre alpataco y jarilla
porque soy tierra y semillas
donde crecen los Puesteros.
Alpataco.
Foto: Ana Maria Zorzi