(para Jorge Astudillo de San Luis)
Florece por San Francisco
mi guitarra de tomillo,
cruzando valles y sierras
para llegar a la tierra
de Don Lázaro Astudillo.
Bajo el Dique Las Palmeras
paraje La Rinconada,
allí su vida ensillaba,
aquel hombre de a caballo
que entre mulares y carros
dejó su historia sembrada.
Trabajador muy sufrido
que junto a su esposa Chela,
entre viñedos e hijuelas
trabajaron ésas tierras,
en su ranchitos de piedras
surcando con su mansera.
Entre molle y caranday
y aromas de peperinas,
el agüita cristalina
de aquel paisaje vallista,
entre cerros que dan vista
y el verde que predomina.
Las huellas del sacrificio
que le tallaron el cuero
del tiempo que fue cartero
perdido en el horizonte
con sus viejos guardamontes
y algún vinito patero.
En las sombra de los talas
y las siestas de matuastos,
entre gallinas y patos
pasaba sus horas lerdas,
sus corralitos de piedras,
y espinas de garabatos.
Allí en la Paloma Blanca
entraba con su carrito,
preparando algún chivito
con horno de barro y tala
y su Chela allá en la parra
tejiendo matras y ristros.
Se prendía el "Sol de Noche"
se apagaba el sol del día,
en el fogón se encendian
sus cuentos exagerados
y algún quesillo colgado
que su fiambrera tenía.
Un día se fue silvando
en el burrito mansero,
y en su carrito carguero
llevó su historia de vida
para lavar sus heridas
en los arroyos del cielo.
Me vuelvo con mi guitarra
con aromas del unsillo,
para mezclar con tomillo
refrescando la memoria
y endulzarlos con la historia
de Don Lázaro Astudillo.
Alpataco Vazquez.